Esta tragedia social de Buero Vallejo, que está ambientada en la España de posguerra no puede dejar indiferente a nadie, puesto que a pesar de tener implícita una temporalidad y espacialidad determinadas, es un drama universal, de carácter cíclico que se repite en todas las sociedades humanas y aún en cada individuo, ya que el sustrato argumental yace en el conflicto de la propia existencia.
Al comenzar la lectura se origina la escenificación mental que, al igual que la escalera, proyecta una luz y una sombra. Los parlamentos se deslizan creando el desengaño, la desazón…más tarde la angustia y la agonía, rebelándose por fin la catarsis, que se desata paradójica y contradictoria. Por un lado, provoca aflicción el conocimiento trágico de la existencia humana, pero, por otro, una sublevación interna ante este carácter pesimista y sumiso del plano existencial.
Los personajes viven entre dos realidades, una impuesta socialmente, y de carácter terriblemente injusta, y otra soñada y deseada. De tal forma, esta vida concebida como cárcel, en la que desear y luchar por un mundo justo e igualitario no vasta para conseguir una sociedad libre y una existencia estado vital mínimamente feliz, sólo queda el autoengaño, el vivir soñando una realidad imposible.
Y ante esto la imagen de la escalera, se impone impasible, a través de la cual el transcurrir del tiempo estampa un marco desolador.
Las ideas fundamentales, que, debido a la crudeza de los hechos, producen la desesperación en el lector se encuentran originadas por el movimiento existencialista, ya que en la obra se plantea al lector una visión donde el ser humano es un ser pusilanime, abandonado a su propia existencia, con unas ansias de libertad imposibles de satisfacer y para el que no hay esperanza posible. La vida humana es concebida como un absurdo, lo que produce en el lector una especie de horror vacui.
Es esta la razón por la que ninguna de las posturas ideológicas ejemplificadas en este texto, por un lado, el individualismo conformista de Fernando y por otro, la solidaridad de Urbano, triunfen, de acuerdo con lo que Unamuno llamaría el sentido trágico de la vida.
Por último, la proximidad e inmediatez del hecho teatral con la realidad hace de él un medio preciso de crítica y de denuncia de los problemas sociales y políticos, sin embargo, en mí parecer, este sentido trágico y conformista del destino humano anula cualquier atisbo de nacimiento de insurrección ante la realidad y los hechos sociales y políticos, por lo que la obra me produce, de un modo, un desesperanza que alienta la crítica, pero, de otro, una negación de la voluntad e individualidad humana que me entristece profundamente.
Así, me afirmo en la opinión de que la crítica de la realidad política jamás debe ser conformista pues eso hace que la propia crítica sea aplastada por la imposición de los hechos sociales. De manera contraria, lo que debe originar la crítica es un rayo de luz cegador que despierte las conciencias y que llame a la revolución interior mediante la catarsis, pero de forma esperanzada que provoque que esa sublevación se exteriorice y se libere conquistando la realidad exterior.
1 comentario:
Menudo tostón!
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