martes, 29 de abril de 2008

¿Qué es el 1º de Mayo?

¿Qué es el 1º de Mayo?
Pequeña disertación de aspiración herética

(por El Hombre Guillotina)

Cada año nos llueven las imprescindibles charlas y folletos en los que se realiza la invalorable tarea pedagógica de explicarnos ¿Qué es el 1º de Mayo?, y ¿De donde surge?, y aunque nos llovieran cien mil más, hasta alcanzar la dimensión de una tormenta de palabras, tinta y papel, nunca sería suficiente, pues aún hoy se desconoce su origen como fenómeno Anarquista, y fertilizante de las más cruentas luchas obreras.


Sin embargo, también es cierto que no hace falta saber si una piedra es sedimentaria o volcánica para lanzarla, pero ¿Cómo, y con qué fuerza, lanzamos hoy el 1º de Mayo?


Esta fecha fue alumbrada entre auténticos estertores de dolor y muerte, fue necesario para su consecución que se derramara la sangre de cinco personas y se escarneciera la libertad de tres. Horcas, suicidio y prisión para legarle a la clase trabajadora un pozo de furia y descontento que inevitablemente debía culminar en un colapso general. El grito ya había sido lanzado por Proudhon hacía más de cuarenta años: “Liquidación Social” nos decía, y el objetivo ya se había cifrado en la mente del ilota desde que alguien osó cargarlo de cadenas, era la inexorable Revolución Integral.


Rápido se dieron cuenta de la peligrosidad del “símbolo” los Estados y Partidos de uno u otro color. La Segunda Internacional, al tiempo que expulsaba a los Anarquistas de su seno, se encargaba, no obstante, de reconocer como “Día de los Trabajadores” la misma fecha que estos últimos se habían encargado de forjar en el imaginario colectivo. El ejemplo se extendió rápido, todos querían arrogarse un poco de “prestigio obrero”, sobre todo, los Gobiernos. Sin embargo, lo que movía a estos no era solo un ejercicio de “marketing”, necesitaban, además, neutralizar el componente insurreccional de dicho “emblema”; anestesiar, decolorar y corromper cualquier elemento que pudiera utilizarse en su contra como una venenosa punta de lanza. Fue con dicho objetivo con el que se dispusieron a absorber una “Jornada de Lucha Obrera”, para transformarla en “La Fiesta del Trabajo”… así una conmemoración, nacida del ímpetu contestario, inflamable, provocadora, inductora de la crítica más acerada, acabó por convertirse en lo que es hoy.


Desde que en 1890 se conmemoró por primera vez el 1º de Mayo, dicha jornada se tiñó con un grave y marcado acento Revolucionario. Las manifestaciones posteriores no hicieron más que exacerbar el radicalismo de los acontecimientos, cuya tendencia, inequívoca, era la de convertirse en un barril de pólvora colocado en los mismos cimientos del Estado y el Capital. La burguesía en pleno, los patronos y propietarios, la policía y el ejército, veía con terror la aproximación de tal fecha, pues sabían que suponía un verdadero dechado de “Acción Revolucionaria”… aún el Estado no se había apropiado del 1º de Mayo, no había, por tanto, podido domesticarlo.


Así nos lo demuestran Viena, París, Fourmies, Clichy, San Petersburgo, Draveil, Varsovia, Roma, Barcelona y Buenos Aires, entre otras. Las consignas eran inconfundibles, así las vociferaba Decamps en 1891: “Ciudadanos, ciudadanas, armaos todos el día 1º de Mayo con fusiles, con cuchillos, con picos, con revólveres, a fin de que éste día, si hace falta derramar sangre, podamos defendernos hasta la muerte. Lo que os pido es que nadie retroceda; si los agentes de policía se presentan ante vosotros, no temáis matarlos como perros. ¡Como vacas que son!”. Y en iguales términos, y por el mismo año, se expresaba Tennevin: “El 1º de Mayo los obreros deben ir a casa de los patrones a quitarles lo que tienen, y si ellos no están contentos, si se resisten, hay que cortarles el gaznate. ¡Robad, saquead, si es necesario prended fuego, matad a los patrones! Estáis en vuestro derecho porque el patrón os explota. Tomar las cosas del patrón no es robar, es recuperar lo que os pertenece… Vuestros padres solo tuvieron picas. Si hoy el ejército tiene armas mejores, vosotros también estáis mejor armados, porque la pistola vale más que la pica y además, tenéis a vuestra disposición la dinamita, y la más bella invención del siglo desde el punto de vista revolucionario, la cerilla…”, como vemos todas ellas eran alocuciones tan cargadas de “sal gorda” que mueven, a partes iguales, al espanto de algunos y a la risa burlesca de otros… palabras ramplonas, sí, pero cargadas de un odio que desde luego no era gratuito. Era el estigma de una época en la que, como ahora, el “amor” se hallaba en retroceso; no obstante se sabía, o por lo menos se intentaba, suplir su ausencia con ingentes dosis de “rabia”.


Sin embargo, llegó un tiempo en el que el momento de la actividad refractaria, de la acción directa, de las invectivas incendiarias y los conatos revolucionarios habían pasado… como ya dijimos, la conmemoración fue cada vez más absorbida por los gobiernos correspondientes, cada vez más regulada, más controlada y, hasta incluso, promocionada. Se convirtió en una “celebración” en la que se reclamaban “derechos” a fin de que el “mandamás” de turno se apiadara, y repartiera las migajas que se esparcían por su mantel. Con el devenir de las décadas, tal y como comprobamos hoy día, esa fecha se ha ido convirtiendo en una suerte de teatrillo, de paripé, de farsa, una ópera bufa en la que una vez al año se deja -aunque teniéndolos bien atados- salir a los obreros a la calle, incluso llevándolos de la mano, para que puedan patalear un poco, y después de la llantina, ya cansados, duerman mejor por las noches, y resulten menos “molestos”. Toda una actividad, legalizada, administrada y patrocinada por el Estado y la Patronal, que solo tiene como resultado que los proletarios puedan convertirse en los “remendadores” del mismo sistema que deberían intentar abolir. Zurcen los descosidos del harapo social, cubren la desnudez del “Estado del bienestar” a fin de que no queden al descubierto sus vergüenzas, se encargan de intentar enmendar los errores que este comete, desfacen sus entuertos para que siga intacta la decadente efigie que se ha erigido sobre el pedestal del “progreso”, tapan sus agujeros y tratan de disimular sus innumerables fugas… no nos hemos convertido en los “sepultureros” del sistema, nos hemos convertido en sus “médicos”.


Ya a principios del siglo XX, en la época en la que empezaba a notarse un retroceso en el suelo francés, esto también era percibido por Albert Libertad, él llamaba al 1º de Mayo: “¡El 14 de Julio de la clase obrera sindicalizada!... una fiesta de tabernas… una vulgar excusa para emborracharse”, y cuando le hablaban de la reivindicación de la jornada de 8 horas, él espetaba: “¡No por favor, lo que hace falta es la jornada de 18 horas para exasperar por fin a los obreros y que se rebelen!”.


¿Compartimos estas palabras de Libertad?


Solo podemos decir una cosa, que ante los ojos de todos se mostrará como evidente, si bien es verdad que se antojaría como un “suicidio” -y más en la actual coyuntura- no aprovechar todas y cada uno de las oportunidades que tenemos para hacernos ver y oír, no es menos cierto que el 1º de Mayo no es, hoy por hoy, un evento que encienda las pulsiones sedicionistas. Dista, en bien poco, de cualquier desfile patriótico, fiesta nacional, o cabalgata festiva.


¿Qué queremos entonces?, ¿Acaso una “procesión” en la que los obreros martiricen públicamente sus carnes?


Antes de que se nos acuse de estoicos apologistas de la constricción, de eremitas en el desierto, de benedictinos enemigos de la risa, de franciscanos propagadores de austeridad, nosotros reafirmamos que hacemos nuestras estas palabras de Emma Goldman: “Si no se puede bailar, no es mi Revolución”. La única diferencia es que antes se bailaba sobre los escombros y ascuas de un símbolo gubernamental, y hoy, con suerte, alrededor de las brazas de una parrilla.


¿Queremos quizás determinar, por medio de un verbo “sacrosanto”, lo que es mejor o peor?


En modo alguno, tan solo podemos dar nuestra opinión, y ésta entronca con la de todos aquellos que alguna vez clamaron para que no se legalizaran las manifestaciones del 1º de Mayo, para que no se convirtieran en un mero paseo de regodeo, ni en un calmante de conciencias, para que este día vuelva a recobrar los bríos que tiempo atrás hizo estremecerse a la burguesía, para que, por fin, después de un 1º de Mayo, pueda vislumbrarse una gran hoguera en la que se consuman, reduciéndose a cenizas, todos los símbolos e iconos de este decadente sistema, y de las instituciones que lo amparan y defienden… que no quede una calle sin ocupar, que no quede un corazón que no se vea embargado por la esperanza o por la expectación, que vuelvan a despuntar las Barricadas, y que sepan cercenar, arrogantemente, las principales arterias de las ciudades.


Si creemos que tales cosas escapan de nuestra “capacidad real”, si vemos que, aunque lo desearíamos, estamos “imposibilitados” para tal empresa ¿iremos?... algunos estarán allí para hacer bulto, otros, convencidos de que su presencia sirve realmente para algo, estarán en primera línea, mientras que otros no se plantearán el salir de sus casas.


Sea como sea, no queremos sentar cátedra, ni condenar las propias perspectivas de cada uno, tal era el sentir de esta reflexión de Voltairine de Cleyre: “¿Preguntas por un método?, ¿Le preguntas a la primavera su método?, ¿Qué es más necesario el sol o la lluvia? Son contradictorios, sí, se destruyen el uno al otro, pero de esta destrucción surgen las flores. Cada cual que busque el método que exprese mejor su fuero interno, sin condenar al otro porque se exprese de otra manera."


Ahora bien, en una única cosa queremos hacer hincapié, el único punto en el que nos atrevemos a realizar una aseveración, una que, no por más repetida, deja de ser cierta: No importará nada lo que se haga el 1º de Mayo, por muy “revolucionario” que esto sea, si no estamos dispuestos a repetirlo todos y cada uno de los días del año… el 1º de Mayo son solo 24 horas, y a nosotros nos queda toda una existencia por delante para intentar derrocar al Estado, al Capital, y al propio principio de Autoridad.


Nos acogemos entonces a una libre y personal adecuación de las palabras que pronunció Durruti ante las elecciones del 36, y con él decimos: “Quién se manifieste el 1º de Mayo y luego se quede en casa es un contra revolucionario; y quién no se manifieste el 1º de Mayo pero después también se quede en casa será otro contra revolucionario”… he ahí una brizna de luz en el camino. Sea cuando sea, escojamos el día que escojamos, hagámosle el gusto al malogrado Parsons, complazcámoslo, y permitamos que se oiga, más fuerte que nunca, “¡La Voz del Pueblo!”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy emocionante este artículo. Gracias.