(por Juan Nadie)
Aunque, si te es moneda corriente sacudirte los bolsillos y ver cómo se despereza una polilla y echa a volar; cuando corres hacia el tajo en ayunas sin tiempo ni para hincarle el diente a un currusco de pan duro; cuando sabes que después del verano les dirás a los niños “la próxima semana los compro, de verdad”, y tus hijos ya saben que el curso que viene no tendrán libros hasta Diciembre (a no ser que se aprovechen del despiste de algún niño ricacho), la palabra “crisis” te suena como el moretón al muerto.
Te dices, “hay crisis, pues vale, como siempre”. Los pobres estamos eternamente en “números rojos”, eso es un hecho, ¡Cago en Dios! una maldición de los ricachos. Pero ¿por qué entonces se habla tanto de ella ahora?, si los burdeles periodísticos mencionan ahora la crisis es porque quienes temen rebañar unas ganancias de menos, los mismos ricachos de siempre, son los que se sienten en “crisis”, y eso significa que nuestra crisis perpetua va a ponerse todavía más a “cara de perro”.
Esa es la pura verdad, como a los potentados no les gusta recibir la visita de nuestra vieja amiga, la cadavérica Sra. Crisis, pues ¡Hala! A pagarle nosotros las copas a su invitada… la suerte del pobre, convidar a quién lo monta.
Pasaré a intentar explicarme. Aunque primero ha de constar que no soy economista ni otras vainas, aún no me he decidido a hacer las oposiciones de ladrón. Y tampoco soy maestro, no se me da bien domesticar la mente virgen de los niños. Pero si se una cosa, cuando los ricos hablan de crisis ¡Ay de los pobres! Porque si antes las pasábamos canutas ahora sudaremos sangre.
Si le preguntas a un “cuello blanco” (un burguesón, o un mesócrata le dicen los listos) te dirá que es la “escasez”, la “ley de la oferta y la demanda”, el “petróleo” y no se que gaitas; yo ya lo advierto, no se de estadísticas, ni de números, ni de cosas raras, ni abstracciones de esas, pero si cojo ahora el lápiz es porque si se algo sobre sentido común. Se encarecen los precios, y si le preguntas al ricacho, al propietario, al próspero comerciante, al empresario, al capita‘listo’ (porque listos son un rato), te dicen que la “inflación sube por la coyuntura y la madre que los trajo”, así que insistes ¿Por qué coño suben los precios? Finalmente hablan en leguaje profano, hay escasez y al haber escases suben los precios de esas mercancías escasas. Entonces, si lo he entendido bien ¡Se subasta la comida! Es decir, si mañana queda una sola manzana sobre la faz de la tierra esta debe de adquirir un precio tan alto que solo al tipejo más rico de la tierra podrá pertenecerle (creo que ahora es un tal Buffett; “buffet libre” es lo que somos nosotros para ese puerco). Es obvio que al sistema capitalista no le interesa la justicia en la distribución, igual que se la sopla en el trabajo, pero no deja de ser sorprendente esa muestra de “cinismo”: sabedlo bien, si hay escasez el precio es la criba que determina que lo poco es para lo mejores, aunque sean quienes menos lo necesiten ¿Y no es lo mismo que pasa cuando hay abundancia?
Vayamos a otro punto, supongamos que existe la dichosa escasez, lo de los combustibles vegetales y toda la pesca, en ese caso ¿por qué se subastan los alimentos? ¿Qué sentido tiene subirlos de precio? (suena ingenuo pero quiero que alguien me lo explique) Entonces, te sueltan el rollo circunstancial, el académico, el bursátil, el de los recursos o el que le salga de las narices, la cuestión es clara, porque el “oferente”, empresario y demás fauna no quiere perder sus ganancias ¿Cómo es esto?, me explico con la posibilidad que me ofrecen mis entendederas: Si existe un producto que se vendía a 1, y se producen 1000 unidades de dicho producto, y el lucro que quiere obtener el mercantilista es de 1000, pues puede venderlo tranquilamente a 1, pero ¿Qué es lo que pasa cuando la producción baja de 1000?, si la producción baja a 500 el usurero podría seguir vendiendo a 1 y aún así vivir lujosamente y holgadamente, pero el baboso no se conforma, no quiere perder una micra de “poder adquisitivo”, y entonces quiere seguir obteniendo sus 1000 ¿Qué hace entonces? Sencillo, multiplica el precio del producto y así recupera sus 1000, ¿Y si la escasez continúa? Pues aumenta tan “exponencialmente” como le salga de los huevos, así si solo hay 20 unidades de dicho producto, y si las matemáticas no me fallan, el precio sube a 50, lo cual significa que el consumidor tendrá que desangrarse 50 veces más para llenarse el buche.
Lo peor es que los salarios no suben, y encima hay también escasez de trabajo y aumenta el paro, ¿Por qué? Porque el capitalista quiere sus 1000, y si puede hacer que se los produzcan ahorrándose algo de mano de obra pues mejor. Así, el trabajo se convierte en un privilegio, y de derecho se transforma en otra mercancía, y los pobres obreros nos matamos entre nosotros para ver quién trabaja más por menos. Dice el “cuello blanco” que hay que entender la dinámica del gasto que suponen los salarios, los riesgos y demás mierdas… Es decir, que encima de cornudos, apaleados. Al capitalista siempre se le devuelve, directa o indirectamente los salarios que ha “expedido” (o robado y después vendido), si Pepe produce algo que después el Empresario vende por 100, a Pepe no se le dan esas 100, con suerte se le da proporcionalmente por valor de 5, con esas 5 Pepe tiene que consumir, pues como todo currante también es consumidor, así se gasta lo que el propietario le ha “dado” o en lo que este vende o en lo que vende otro colega, y esto tarde o temprano vuelve al mismo Empresario, porque Pepe le compra a otro capitalista, que a su vez con ese dinero paga el misérrimo sueldo de otro trabajador, y ese otro trabajador va a consumir lo que ofrece el Empresario que explota a Pepe, y así nada pierde. Pero claro, en tiempo de crisis la cosa es inestable, no se atreve a tocar sus ahorros, se casa con la bancocracia y juntitos, financieros e industriales, se rascan las costras de las espaldas, y si ven que pueden ganar menos de lo que ambicionan, despiden y tocan el dinero destinado a los sueldos, porque aunque se les restituya a la larga, prefieren meter la mano en bolsillo ajeno que en el propio, aunque el propio esté repleto de trabajo ajeno ¿Y no es esto lo mismo que pasa cuando hay abundancia?
Pero ¡Un momento! Hablamos de que hay escasez porque los ricos temen ganar 900 en vez de 1000, pero ¡Cojones! -y qué coño importa que nos llamen demagógicos- yo vivo asfixiado, mis niños nunca tienen lo que necesitan ni lo que les exigen que tienen que “necesitar”, mi compañera y yo nos matamos, buscando, pidiendo, doblando el espinazo, miras la tele y aún ves que hay otros más jodidos que tú, ves barrigas llenas de aire y huesos sin carne, ¡Y qué diablos! Pasas por la calle, el hambre está en las esquinas, en los cubos de basura, durmiendo al raso ¡Me cago en Dios! Y la gente se preocupa porque los ricos van a ganar, tal vez, quizás, un poco menos, ¡Qué se vayan a cagar!
Además ¿Qué hay de esos PIBs de unos pocos países que dicen que solo con un pequeño porcentaje de los mismos dan para alimentar a todo el mundo? ¿Y de ese suelo que tiene más casas que habitantes? ¿Y de los expositores de los supermercados llenos a rebozar? Te salen con el petróleo ¡Y una mierda! ¿Acaso no sabían que el juguetito se les iba a romper? Claro que sí, y mientras dan los estertores quieren darse el último festín. Hacía décadas que sabían lo del petróleo, es lógico que lo limitado se agote, lo que han hecho es frotarse las manos esperando la llegada de este momento -y aún irá a peor- su “capitalismo”, su “ley de la oferta y la demanda”, su “dinámica de subasta”, es lo que consigue, que cuando el engrudo escasee su precio suba y la gente, los obreros, lo paguen como primos, lo repito cojona ¡Que anden a cagar!
Hay suficientes recursos en el mundo para alimentarnos a todos, para darnos nuestras tres comiditas, techumbre y abrigo, lo que pasa es que esos parásitos mamones no quieren renunciar a lo superfluo, al lujo, a sus ingentes ganancias, y para que ellos no limen sus perras, ni pierdan una porción de su plata, nosotros tenemos que apoquinar, que pagar los platos rotos, y todo porque ellos no quieren perder ni aflojar un céntimo de toda la mole de dinero que nos han robado.
Poco importa en lo que creamos, si Dios hizo la tierra nos hizo a todos iguales y de todos es; si no, la Naturaleza es neutral, ni discrimina ni toma partido entre unos y otros, así que el planeta azul (aunque cada vez más gris) sigue siendo de todos y de todas, ¿Qué derecho tienen a quedarse con lo nuestro? No son ricos porque hayan trabajado, yo soy la prueba viviente, llevo toda la vida trabajando y soy pobre como un perro callejero. Y si alguna vez trabajaron lo habrán hecho como máximo igual que lo demás pero no más, por tanto les corresponde lo mismo y ni un pedazo más. Si sus abuelos y padres trabajaron ¿Y qué? También los míos lo hicieron y sigo pelado como una rata ¡No existe patente de corso para que sus hijos nos parasiten!.
Nada justifica el actual “desorden de cosas”. Leí por ahí que inteligencia y militar es una contradicción, y que publicidad y engaño una redundancia, pues añado mi iletrada conclusión: capitalismo y robo son hermanos, y justicia y capitalismo, una nuera y una suegra que se llevan a matar.
Esto es lo que opino de la crisis, no es bonito, ni está bien explicado, es simplista y reduccionista, pero quizás así suenan las verdades desnudas, son feas, pero sus carnes están ahí. Seré como dicen los pedantes, un “diletante”, pero sé de lo que hablo, y quizás contra las grandes mentiras sea hora de contraponer toscas verdades; puede que lo tosco se pula, pero lo grande solo puede caerse. Así lo decía un viejo compañero que se llamaba Benjamin: “¿Qué es la justicia en la producción y la distribución? Que la mano de obra, que crea todo, tenga todo.”
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