(por Ricardo Flores Magón)
Cierto día hablaron las piedras: el magnífico sillar de una mansión señorial, la tosca piedra de una pocilga de proletariado y la plebeya piedra del arroyo.
Dijo el sillar:
-Mi misión es noble; formo parte de este majestuoso edificio que da belleza a la ciudad y proporciona abrigo y bienestar a las exquisitas personas que en él moran. Y con sus perfiles correctos y sus caras pulidas, parecía burlarse de la roña de sus colegas. "Mi misión es noble", repitió en tono de convencimiento.
La piedra de la pocilga replicó amoscada:
-Mi misión es más noble y más grande que la tuya. Yo formo parte de este tugurio que sirve de abrigo a un honrado trabajador y a su familia. Me siento satisfecho y feliz cuando preservo de la intemperie al bravo creador de la riqueza, al mismo que te embelleció con un cincel, para que tú ¡ingrata! Dieras albergue a un puñado de parásitos en vez de proporcionárselo a él, a cuyas manos debes tu gracia y gentileza. Mi misión es más grande que la tuya, porque sirvo para alojar a un ser bueno y útil a sus semejantes, mientras que tú, orgullosa, sólo sirves para dar satisfacciones a seres inútiles y nocivos, a los burgueses, a los enemigos de la humanidad.
La piedra del arroyo escuchaba atentamente esta querella. Ella no podía vanagloriarse de formar parte de ningún edificio ni pobre ni rico. Rodaba, rodaba sin cesar por las calles de la ciudad, atropellada por todos los pies, castigada por todos lo vehículos, pisoteada por todas las bestias, juguete de todos los muchachos. Por fin se decidió a hablar.
-Mi misión es más noble, más grande y más alta que la vuestra --dijo con el tono arrogante a que le daba derecho su participación en más de una tragedia--. Yo ruedo por las calles como proyectil siempre dispuesta a dar con el blanco: la frente del gendarme, el pecho del soldado, la cabeza del burgués. En el motín, mil manos heroicas se disputan mi posesión; en la barricada soy escudo y proyectil al mismo tiempo: defiendo el pecho del rebelde, o parto, silbante y ligera, de las manos del hijo del pueblo resquebrajar el cráneo del esbirro... Mi misión es más noble, más grande y más alta que la vuestra --prosiguió la piedra del arroyo--. ¡Cuantas veces las luchas por la libertad y la justicia han comenzado por la primera piedra levantada del arroyo por una mano audaz! ¡Ah, no sabéis lo que el progreso humano me debe! Mi presencia en la calle es garantía de libertad; la cólera popular necesita de mí para satisfacerse. ¡Soy el alma de la rebeldía proletaria! Cuando una mano callosa levanta una piedra, vacila el trono de la tiranía. ¡Paso a la piedra del arroyo!
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