I
No son las fechas de los acontecimientos de una vida lo que adereza el cuadro de una existencia, sino al contrario, las transformaciones íntimas de un hombre lo que le da su valor para sus contemporáneos. Sólo en relación con los asuntos del mundo los acontecimientos presentan, en la vida del individuo, un interés para la colectividad. La biografía de aquel cuya vida privada no entra jamás en contacto con los centros de la vida social podrá tener, a los ojos de los psicólogos la mayor importancia, pero nada tiene que ver con la comunidad. Si mi poesía como expresión de mi personalidad fuera todo lo que yo tuviera para ofrecer a mis compatriotas, habría respondido de tal modo al envite de escribir una autobiografía que hubiera sido la ocasión para los historiadores de la literatura de hacerme entrar en una clasificación:
Nacido el 6 de abril de 1878 en Berlín; infancia, juventud e instituto en Lübeck; profesores idiotas, nadie para ver la originalidad del niño, y por tanto: distracción, pereza, interés dirigido hacia cualquier otra cosa. Tentativas poéticas precoces, que no encuentran apoyo ni en la escuela ni en el hogar, sino consideradas, al contrario, como desvío del recto camino, y por tanto deberán ser mantenidas en secreto. Gamberradas y al final –en clase de primaria- informes clandestinos sobre el internado escolar enviados al periódico social-demócrata; a partir de lo cual exclusión por “intrigas socialistas”. Un último curso en Parchim (Meclembourg), seguidamente aprendiz de farmacéutico en Lübeck; en 1900 asistente de investigador en farmacia en diversas localidades y, para acabar, en Berlín. Participación como escritor independiente en la “Nueva Comunidad” de los hermanos Hart; encuentros con numerosas personalidades públicas. Amistad con Gustav Landauer, Peter Hille, Paul Scheerbart entre otros. Vida bohemia; viajes a Suiza, Italia, Austria, Francia; se fija finalmente en Munich; actividades girando en torno de los cabarets, de la crítica teatral y de la escritura, principalmente ensayos polémicos. Relaciones amistosas con Frank Wedekind y muchos otros poetas y artistas. Tres volúmenes de poesía, cuatro obras de teatro; de 1911 a 1914, editor del mensual literario y revolucionario Kain. Zeitschrift für Menschlichkeit (“Caïn, revista para la Humanidad”) de la cual una nueva serie reapareció de noviembre de1918 a abril de 1919 en tanto que órgano puramente revolucionario. Desde entonces, en manos del poder bavierés contrarrevolucionario.
Estas informaciones completarían mi biografía si considerara mi vida únicamente bajo el ángulo de mis contribuciones literarias. Pero no considero mi trabajo literario y sobretodo mis producciones poéticas más que como archivos de mi experiencia mental, en tanto que expresión parcial de mi temperamento. El temperamento de un hombre es la suma de las impresiones que cerebro y corazón reciben de las emanaciones del mundo. El mío es revolucionario. Mi evolución y mis actividades han sido definidas por la resistencia que he opuesto desde mi infancia a las influencias que intentaron imponerse en mi durante mi educación y mi desarrollo dentro de las esferas privadas y sociales de mi vida. Luchar contra esas influencias ha sido siempre la sustancia de mi trabajo y mis esfuerzos. Pronto reconocí en el Estado el instrumento destinado a conservar todas las fuerzas de donde sale la iniquidad de las instituciones sociales. Combatir el Estado en sus manifestaciones esenciales (capitalismo, imperialismo, militarismo, dominación de clase, justicia coercitiva y opresión bajo todas sus formas) ha sido y continua siendo el impulso de mi acción pública. Yo era anarquista antes de saber qué era el anarquismo; era socialista y comunista cuando empecé a entender el origen de la injusticia en el funcionamiento de la sociedad. Debo a mi amigo Gustav Landauer la clarificación de mis ideas; fue mi guía hasta que fue asesinado por los guardias blancos destinados a Baviera por el gobierno socialdemócrata para aplastar la revolución.
Mi actividad revolucionaria a menudo me ha puesto en conflicto con el poder estatal. Así es como en 1910 pasé a juicio por tentativa de incitar al llamado lumpenproletariado a una conciencia socialista... Durante la guerra estuve, en los rangos de la oposición con aquellos que guiaban los destinos alemanes... Por haberme negado a aceptar un trabajo en el servicio auxiliar patriótico fui enviado, a principios de 1918, a residencia forzada a Traunstein, donde me quedé hasta que la “Grandiose Epoque” pereciera entre la derrota y la ruina.
Naturalmente la revolución me ha encontrado activo en mi puesto desde la primera hora... Miembro del Consejo Obrero Revolucionario... Lucha contra la política de concesiones de Kurt Eisner... Participación en la proclamación de la República de los consejos de Baviera... Tribunal militar: quince años de presidio...”
II
Añadido de diciembre de 1920
(fortaleza de Nierderschönenfeld)
Escribí estas líneas hace un año en la fortaleza de Ansbach. Si desde entonces nada ha cambiado en mí, muchas cosas son diferentes en el exterior...
Balance de este año: sólo unos datos a añadir a mi currículum vitae. De marzo a mayo he tenido que pasar dos meses en la prisión judicial de Ansbach por ultraje a un ministro bávaro. He aprovechado esta distracción para escribir dos libros: un escrito polémico, Die Einigung des révolutionären Prolétariats (“La unificación del proletariado revolucionario”) y la obra de teatro Judas. Ein Arbeiterdrama (“Un drama obrero”). En el primero me he esforzado en demostrar que a la totalidad de los programas de partido debe oponérsele la consigna de federación comunista de todas las corporaciones y de todos los individuos verdaderamente revolucionarios. En cuanto al drama intenta crear un “Proletkult” desde un punto de vista capaz de ver en el teatro una institución de agitación revolucionaria. En el teatro hay que evitar que el proletariado tenga que descifrar símbolos o traducir a su prosa un lenguaje artístico. La tarea del escritor proletario no es ni la de elevar el proletariado a su altura ni la de bajarse a su nivel. No es escritor del proletariado hasta que no se reconoce a si mismo, por naturaleza, miembro de ese proletariado. El trabajador intelectual no es en nada mejor que el trabajador manual. Aquel que se caracteriza a si mismo como “intelectual” trata de ponerse por encima del proletariado. Si he tenido éxito con Judas, una pieza que ha emocionado el saber y los sentimientos del proletariado en su lenguaje y sus ideas y ha sido entendida por los corazones proletarios, entonces es que la obra es buena, aunque el conjunto de la crítica literaria la enviara al diablo. Mediante óperas habladas, decorados de mosaico, balbuceos expresionistas, el teatro sirve en último extremo a la burguesía por su necesidad de modernidad, pero no al proletariado empujado por el deseo de sacar del arte una experiencia de vida acrecentada. Es la inteligibilidad de la palabra quien satisface este deseo, acción viviente y movediza susceptible de modificar los problemas revolucionarios, haciendo vibrar cuerdas que resuenan de modo revolucionario en el alma proletaria.
El verano de 1920 apareció mi libro Brennende Erde. Verse eines kämpfers (“Tierra en fuego”, versos de un combatiente). Esos poemas también deben dar testimonio del espíritu que no pretende elevar el arte fuera de la vida sino de ponerlo al servicio de la vida y de su mejor parte, la revolución. El fin santifica al arte! El fin de mi arte es aquel mismo al que se ata mi vida: ¡Lucha! ¡Revolución! ¡Igualdad! ¡Libertad!
III
Diciembre de 1927
“Desde la época en que, desde el fondo de mi celda, expuse mis hechos y acciones, ha habido la experiencia a lo Kaspar Hauser de mi retorno entre los hombres, en Navidad de1924. En un mundo profundamente devastado por el destrozo de la guerra mundial, mis esfuerzos, apoyados por mis discursos, mis escritos y mi ejemplo, tienden al objetivo revolucionario el cual se desprende de las notas redactadas hace siete u ocho años. La poesía no es más que una de mis armas en la lucha. Desde la publicación de Brennende Erde han aparecido: bajo el título de Alarm, Manifeste aus zwanzing Jahren (“Alarma, manifiestos de veinte años”), una pequeña selección de poemas, de artículos y de proclamas; bajo el título de Revolution “canciones de lucha, de marcha y de burla”; seguidamente, como llamamiento contra los métodos infectos de la justicia de clase, un escrito de combate titulado Gerechtigkeit für Max Hölz! (“Justicia para Max Hölz!). Desde 1926 publico el mensual anarquista Fanal. Aquí se encontrarán los principios fundamentales que explicitan mi posición vis-a-vis de las cuestiones públicamente planteadas por el tiempo actual. Es en ocasión de mi cincuenta aniversario que he querido presentar un resumen de la obra de mi vida, en la medida en que haya podido revestir un carácter explícitamente literario.
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